Las conexiones suelen ser más que enlaces físicos o simbólicos, en muchas ocasiones, estas tienden a crear vínculos tan fuertes y perduraderos que sin importar las condiciones, llegan a convertirse en únicas e irrepetibles, y este es el caso de Rubén Penott y la Estación de Investigaciones Marinas Mochima de la Fundación Instituto de Estudios Avanzados (IDEA).
Así como el mar de la Bahía de Mochima se distingue por su encanto y gran valor para la biodiversidad, la misma también se destaca por la presencia de Rubén Penott, un investigador nacido en Mochima, el 27 de septiembre de 1953, cuya empiria tan sui géneris a los convencionalismos de la academia, trasciende al punto de convertirse en uno de los pioneros de la acuicultura en el oriente venezolano, además de erigirse como uno de los guardianes para la preservación de la especie del caballito de mar en la “Tierra de las muchas aguas”, como se le conoce en lengua Caribe a Mochima.
Con un hablar pausado, pero con una energía tan jovial que se confunde por su cabellera blanca y algunos rasgos del paso del tiempo en su rostro, no hacen más que conjugarse con una persona excepcional que le ha dedicado 40 años de su vida a la Estación de Investigaciones Marinas Mochima.
De manera afable Rubén Penott, no tuvo reparos en compartir su historia, una semblanza que se fusiona con las puertas y paredes de un recinto que ejemplifica el baluarte de los saberes creadores del pueblo, sino también la apertura del alma y corazón en un campo como la biología marina, pero con un toque tan distintivo de ese conocimiento que se adquiere con la observación y la práctica sin perder el amor por lo que se hace.
“La parte de educaciòn y ambiente tiene que ver mucho con esto, esta es mi universidad, mi escuela, aqui en la estación yo aprendi de todo, tú me preguntas sobre acuicultura y la reproducción de lo que sea y yo lo sé, porque yo no soy biólogo, pero como le digo a la gente soy un apasionado de esto, los 365 días del año se los he dedicado, y de mis 40 años solo por circunstancias, para no hacer nada, quizás han sido 50 días de descanso en ese tiempo” confiesa.
Amor a primera vista
Para cualquier visitante o turista que se traslada a las playas del Parque Nacional Mochima, sus parajes tienen un encanto sin parangón, pero para Rubén Penott, la Bahía de Mochima en el estado Sucre, no solo es su terruño, sino un idilio con sus manglares, corales y la necesidad de proteger la biodiversidad que allí se encuentra.
Esta aventura no nace por casualidad, dado que fueron los señores Orangel Díaz y José Rafael Rojas, quienes le motivaron a trabajar en la Estación de Investigaciones Marinas de Mochima, una invitación que se tornó en un flechazo casi que instantáneo para un joven que apenas dejaba el servicio militar en el Centro de Adiestramiento de Infantería Marina en Carúpano (Sucre) pero ávido por aprender sobre la biología marina, esto sin importar los desafíos que implican no contar con una titulación académica en el área sobre todo por las brechas de la época; no obstante, la motivación superó con creces cualquier acreditación.
Creada bajo el mandato del presidente Luis Herrera Campíns, esta edificación es concebida por el ministro para la época, Raimundo Villegas, ex titular de la cartera de Estado para Ciencia y Tecnología de Venezuela y su hermano Jorge Villegas, quienes contemplaron la puesta en marcha de la estación que estaría bajo la administración de la Fundación para las Ciencias “José Gregorio Hernández” (Fundaciencia), tal y como revela Penott; y desde el 2006 pasa a formar parte de la Fundación Instituto de Estudios Avanzados (IDEA) donde progresivamente se ha desarrollado un trabajo no solo en el rescate de sus instalaciones, sino también en el empuje de nuevas líneas de investigación tan determinantes para la preservación del equilibrio de la biodiversidad marina en la Bahía de Mochima, como respuesta a la crisis climática.
Penott narra que la idea principal era vigilar la biología celular de los calamares, cuyo nervio se asemeja al nervio óptico de los seres humanos dentro de un convenio del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, IVIC. Además de la acuicultura, una inquietud que se le produjo con el caballito de mar, ante la necesidad de establecer el repoblamiento de peces, tortugas, camarones y otros aspectos para el mantenimiento de la estación que pasó por una serie de transformaciones desde la década de los 80 del siglo pasado, hasta nuestros días.
Uno de sus datos curiosos guarda relación con la repoblación de la tortuga “Caretta caretta”, también conocida como tortuga boba, única especie del género Caretta, que pertenece a la familia Cheloniidae, reptiles que están dentro de la superfamilia de las tortugas marinas, del cual su hábitat se extiende por los océanos Atlántico, Pacífico e Índico, así como en el Mar Mediterráneo. Esta tortuga, según documentaciones y la revelación del propio Penott, llegó a tener una liberación promedio de 300 tortugas, de estas algunas llegaron a Cuba y República Dominicana.
El caballito de mar, la luz que evitó el ocaso
Penott habla en retrospectiva, su lucidez mantiene viva la atención por sus conocimientos en acuicultura y el apego por la Estación de Mochima.
No en vano, muestra nostalgia al señalar que en el año 1991, las instalaciones atraviesan un momento de reconducción tras una paralización, aunque con apoyo del Conicyt se trabaja con la larva de la paguara (Chaetodipterus faber) también conocida como paguala del Atlántico o paguala común, una especie de pez marino con aletas radiadas perteneciente a la familia Ephippidae.
Posteriormente, en 2016 con los alevines se hicieron tratamiento y engorde, junto con la gobernación de Sucre, donde se instaló un laboratorio.
“En el año 1994 quedé sin trabajo aquí en la estación, entonces opté por levantar larvas de camarón para venderle a las camaroneras, ya que no teníamos recursos, habíamos quedado en bancarrota, hable con el compadre Ramón Manrrique, él me ayuda, comienzo a levantar larvas de camarón que eran vendidas a Santa Fe, Coche, y al sur del Lago de Maracaibo, con esto pudimos recuperar parte de la infraestructura, pero luego caemos en un bache” dice.
Sin embargo, la situación comienza a dar un giro que se amalgama con la fe y esperanza de un hombre de mar ya que Penott anhelaba que la estación estuviera adscrita a la Fundación IDEA.
“En 2006, conozco a Reinaldo DiPolo … me señala que habían mencionado como presidente del IDEA, al doctor Leonado Mateus, alguien que conozco como si fuera mi papá por su relación con Fundaciencia, sobre esta relación le comento a DiPolo, y me dijo que si sería capaz de plantear mi caso. Decidido me fui al IDEA, le echó el cuento a Mateus de nuestra situación, me dice que esperé, al llegar me señala nos vamos al ministerio de ciencia y tecnología para hablar con la ministra Yadira Córdova, al escucharme atentamente sobre mis condiciones económicas y mi vínculo con la estación, decide preguntarme: ¿qué es lo que quieres tú? mi respuesta fue: doctora yo lo que quiero es que las instalaciones no se pierdan, busco que la estación sea vinculada a IDEA … Y nos ofrecieron un comodato momentáneo, lo recuerdo como si fuera ayer, fue el 06 de junio de 2006, es día se hizo el comodato”, destaca Penott, no sin antes hacer una breve pausa, porque la rememoraciòn le quiebra la voz ante semejante hazaña, que implicó tener un respaldo para mantener vivo el legado de la estación, ahora con el apoyo de la Fundación IDEA siente que no ha arado en el mar.
“Hoy en dia estoy satisfecho, estoy satisfecho porque veo que en la estación hay actividad todos los días, con los caballitos nos mantenemos trabajando, Carol, Sinatra, Migdalia, Rubén (su hijo), Henry y Willy, estamos en faena todos los días y eso me llena de satisfacción” expresó.
La sopa mágica
Este guardián de la Bahía de Mochima en su larga trayectoria de saberes y adquirir el conocimiento en campo, gracias a su disposición por aprender de biólogos y otros científicos que se han acercado a la Estación de Investigaciones Marinas de Mochima cuenta con una fórmula para garantizar la alimentación, reproducción y repoblamiento del caballito de mar, el cual señala como “sopa Maggi”, cuyos resultados han sido asombrosos y consecuentes capaz de levantar 80 caballitos, de cada 100 que son criados, liberando hasta 2.600 caballitos en 4 grandes liberaciones con la participación de la comunidad y entes como el Ministerio del Poder Popular para Ciencia y Tecnología, Ministerio del Poder Popular para el Ecosocialismo, Universidad de Oriente, Instituto Nacional de Espacios Acuáticos, el Instituto Nacional de Parques y el Instituto Oceanográfico de Venezuela, entre otros colaboradores.
“La sopa Maggi por la cual levanto a los caballitos es el plancton que tenemos en la Bahía de Mochima y por eso hay que mantenerlo, no para nosotros, sino para las nuevas generaciones, y mi lucha constante que tenemos en un liceo, es que salgan los futuros biólogos y quienes van a preservar esto con el tiempo, en beneficio de todos nosotros” apunta con mucha satisfacción este hombre de ciencia y vida.
Para Pennot, la innovación es una de sus mayores motivaciones para seguir avanzando en su causa, declarándose un “fanático de la acuicultura”. Acota que la experiencia e intercambio de conocimiento con otros investigadores, le ha permitido ir perfeccionando su metodología en acuicultura y poder transferir a otros que participan en este proceso de repoblamiento del caballito de mar, siempre en balance con la Pachamama.
Un legado para nuevas generaciones
Otra de la recompensa para el alma de Rubén Penott, por su entrega y conocimientos a la Estación de Mochima, guarda relación con el trabajo que se está haciendo con los niños y niñas de la zona, esa articulación con el programa nacional Semilleros Científicos, aunado a la visita de tesistas y nuevos investigadores, lo que convierten a la divulgación y promoción de la ciencia y tecnología a través de la educación, uno de los pilares para pasar la antorcha a las nuevas generaciones, y que la “Tierra de las muchas aguas”, multiplique los guardianes y guardianes para su preservación.
“Esta ha sido una lucha constante, y por eso trabajar con los niños, y se lo digo a ellos, que tiene que ver con todo nuestro país, pero Mochima tiene en sus aguas toda una cantidad de especies, tal vez que en otras partes no se consiguen, hemos inventariado más de 22 tipos de corales, sus especies que viven en el mangle como el caballito de mar, el pepino de mar, la langosta y otras que podemos ver en los corales, y lo decimos con orgullo que seguimos contando con riqueza de plancton” manifiesta el laureado en 2009 con el Premio Gladding, un reconocimiento otorgado a hombres y mujeres por el significativo uso sustentable y la conservación de los recursos marinos en la región del Golfo y del Caribe.
Conversar con Rubén Penott, esposo y padre de dos hijos y abuelo de dos nietos es adentrarse a la esencia del ser humano, es disfrutar de esa comunión entre el mar, la vida marina, la investigación científica y la conciencia por mantener el equilibrio de nuestro Planeta Tierra..
“Esto es un orgullo, me siento contento, porque yo siempre he pensado que esta estación es para eso, para dar educación para compartir los conocimientos con otras áreas” puntualizó el investigador y protector de los caballitos de mar.
Indudablemente, una unión del compromiso de alguien que le ha dedicado parte de su vida a mantener en pie la Estación de Investigaciones Marinas Mochima, promover nuevas líneas de investigación con la incorporación de los saberes creadores del pueblo y también un recordatorio de la importancia de mantener el legado científico a las nuevas generaciones de que la constancia, resiliencia, pasión y sueños, rinden sus frutos.
Prensa: Polo Científico y Tecnológico venezolano / Texto: Jack Bravo /Fotos: Candi Moncada